Vacío - nº 6/7 - Primavera 98

Anti-Gay

Ferran Pereda

Cualquier acción genera una reacción; por tanto, si creyéramos a pies juntillas la daltónica visión de Skinner todo movimiento reaccionario generaría una nueva revolución. Pero sea de la mano de la ley del péndulo skinnerniana o del sincretismo sintético marxista, la teoría va dando tumbos divorciada de la práctica mucho más a menudo de lo que nos gustaría.

De las sufragistas inglesas del cambio de siglo a las machistas cuotas de representación femenina en los partidos actuales, o la discriminación positiva (!)... De los primeros meses libertarios que siguieron a aquel octubre del 17 al estalinismo más recalcitrante... ¿De la liberación sexual de los "sixties" y aquel enervante junio de 69 al Anti-Gay?

A raíz de la publicación del libro Anti-Gay editado por Mark Simpson gotean una larga serie de opiniones en todo el vasto Imperio Anglosajón hasta llegar a la barriada más arrabalada de nuestra bien amada aldea global: BCN City. Aquí, justo aquí al ladito, en las Ramblas, cruzas tu mirada con el kiosquero de turno (que se gana unas perras gorras pluriempleado como informador chivato de la policeman secreta) y seis ripias para que te pase el Ajo (Ajoblanco nº 91, Enero del 97).

Guillem Balagué nos informa de 10 que todo eI populamen estaba al corriente en el ambiente: Chueca es el primer planeta gay del Reino. Allá eL consumismo marica fluye por doquier: pubs, discos, restaurantes, calzoncillos Calvin Klein, Olimpiadas, agencias de viajes, televisiones y revistas especializadas de, por y para gays, y la tocinera bolle-

ra... y la loca de la floristera... y el cura arrepentido que casa marido con marido... iAy, madrecita! Sí, si, tal como me decía una hermana militanta hace ya siglos, cuando ambas éramos jóvenas y anoréxicas desparramadas, se crean asociaciones hasta de mariquitas en defensa de los pajaritos de colores. iViva lo gay! qué ya tenemos hasta un gremio de empresarios maricas, una bandera propia con los colores del Arco Iris, y un símbolo de lucha, el triángulo rosa, que recuerda los 350.000 homosexuales asesinados en los campos de exterminio nazi, y mira si tenemos que hasta es nuestra una plaga gay, eI sida, con sus

mártires, santos y devotas. Son estas actitudes las que nos llevan a pedir a la Virgencita, "madresita" de Dios, que me quede, que me quede tal como estoy.

En efecto, todo lo que tenía de revolucionario aquel movimiento de junio del sesenta y nueve —reflejo del mayo del 68 francés—, que nace a raíz de una redada policial en un local de ambiente neoyorquino aquella noche en la que todos lloraban a Judy Garland, parece venirse abajo.

Es ahora hace unos treinta años cuando comenzó a desarrollarse la ideología de uno de los movimientos radicales más modernos, el movimiento gay. Ya antes, eI movimiento obrero, eI feminista, el estudiantil durante los últimos coletazos franquistas, el libertario. el antimilitarista y el ecologista, o desde hace menos la movida okupa. parece que siguen esa ley del péndulo que nos hace caer en la sensación de que se avanza con pasos acangrejados, o cuando menos acomplejados.

A partir de Stonnewell, dice eI ideario gay que se ha de salir del armario, no refugiarse en el ghetto, es sublime el outing, hay que liberar el deseo homosexual, y la identidad, y el orgullo, cultivar la cultura gay, la pluma es un arma infalible contra eI heterocutre, y la "queer" se las traga dobladas porque no es reprimida ni anticuada, o feminizar los vocablos puede tener tanto de revolucionario como un culo bien plantado. Y como un híbrido entre lo frívolo y lo ideológico se recuperan términos antiguos y cultos (falocracia, homofobia, misoginia, androginia, pederastia, pedófilo, sodomia, fellatio) o se crean de nuevos para hablar de sexualidades alternativas. Surge así el culto al Marqués de Sade que estás en los cielos infernales, reflota Safo y su isla del mar Egeo, o se evoca la poesía del amor a los niños, del que Jesucristo fue un pionero con aquello de "dejad que los niños se acerquen a mí" (¿o si no a qué se refería?).

Anti-Gay, el libro de Mark Simpson, es una recopilación de 10 artículos de diferentes autores. Ante todo cabría aclarar que gay en inglés es un concepto enfrentado a queer; es decir un gay es un homosexual liberado, que se acepta como tal, y concienciado ideológicamente. No es exacto, pero en castellano seria algo así como el término homose-

xual (pero éste tiene connotaciones médicas y a primeros de siglo presuponía una enfermedad y una perversión) frente a maricón, bujarrón o moña; vocablos que como la ya consabida expresión "dar por culo", con los años el movimiento ha ido haciendo suyos para intentar darles la vuelta y así des-heterotizar el tema.

Mark Simpson, en el primero de los artículos, sintoniza con la idea que el gay liberado ha llegado a vivir en un mundo de glamour, en el que todo se trata de tener cuerpos danone, sonrisas colgate e idolatrar a los dioses Lewis, Ballantines, Maximo Dutti, Ovlas, Lacoste y Calvin Mon Amour... bailar al son de Madonna o Mónica Naranjo... esnifar Poppers… tragar "pastis" Tío Gilito o EI Mastodonte y ¡que viva el after!

Llama la atención, por su violencia y rabia contenida, los dos articulos de John Weir. En Going IN dice que hemos de volver al armario, que los gays se han convertido en una horda de buscadores de placer, y que los gays militantes (iOjo al dato!) son fundamentalistas estudiosos, dogmáticos, paranoicos y separatistas. Realiza un análisis concienzudo pero le confunde su obsesión de destrucción (llega a decir que se alegraria de ver a unos quinquis apaleando a un marica). John Weir basa toda su crítica en un principio de estar en contra de todo, ad sensum contrariunt. En Is There After Sex refleja el caso de los "suisidas", gays jóvenes o no tanto, que preveyendo que su futuro está escrito desoyen cualquier prevención.

En total diez artículos con un denominador común: se ha desvirtuado todo aquello por lo que salimos a la calle en junio del 69; la sociedad, con la sutilidad que le caracteriza, ha asimilado el germen revolucionario para desnaturalizarlo y convertirlo en un bien de consumo.

EI libro de Mark Simpson es un alto en el camino, un respiro que nos ha de permitir cuestionamos de dónde venimos, pero sobre todo a dónde vamos, qué queremos y en qué nos hemos equivocado.

Hay posicionamientos de este nuevo movimiento, el anti-gay, que nos son simpáticos y me gustaría acabar este artículo tal como termina Lisa Power eI suyo en el libro que, tras una serie de críticas al movimiento y habiendo comentado el rechazo sufrido en el momento que se enrolló con un tío (que desoyendo el credo pareció haber perdido la corona de santa lesbiana incorrupta), acaba su escrito preguntándose si ella lo es: "¿Anti-gay? No lo creo".

 

22.11.98, BarcelonETA